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martes, 4 de octubre de 2011

REFLEXIONES SOBRE LA COMPLEJIDAD Nº 2

         Hay que diferenciar la “complejidad” de complicación. Mientras el segundo término se puede descomponer en sus partes, la “complejidad” al contrario es inseparable, porque perdería su carácter paradójico en el proceso de la descomposición (reducción, simplificación)

Quién se puede liberar de la necesidad de simplificar las cosas si no lo entiende. El ser humano tiene esta necesidad de comprensión. Eso se prueba a lo largo de la historia humana, desde la antigüedad hasta la actualidad. En cada época los hombres la buscaban a su manera explicando el (des)orden del mundo, su funcionamiento y el papel del ser humano en ello.
En cada contexto se puede observar un proceso de sistematización a favor de una comprensión, por supuesto partiendo de axiomas, premisas y paradigmas muy diversos. Los filósofos de naturaleza enfocaron sus estudios en la determinación de la materia prima, luego en la ley única atrás de todas las cosas. Fueron luego los sofistas que enfatizaron el antropos insertando de esta manera la dimensión ética en el quehacer filosófico.  Mientras Platón buscaba explicar el mundo a través de su teoría de las ideas, claramente entendible en el mito de caverna, Aristóteles basaba sus teorías en la Lógica como base fundamental de cualquier conocimiento aprobando los conocimientos adquiridos con las experiencias empíricas, buscando la complementariedad entre los métodos de deducción lógica e inducción empírica.

Es en la época del renacimiento, al borde de la modernidad, que la figura epistemológica clásica de la antigüedad entró en crisis, debido a que ciertos premisas/ axiomas como la de una cosmovisión vertical-jerárquica, la racionalidad objetiva, el hombre como microcosmos insertado en el mundo macro, empezaron a perder su autoridad y autonomía. La pérdida de la autoridad religiosa y política, la coexistencia de una diversidad cada vez mayor de teorías y explicaciones y el nacimiento de nuevos conocimientos por mayor influencia de lo empírico, lo causaron y  fundamentaron en el futuro un cisma en el saber, por un lado en el saber racional a través del método axiomático-deductivo, por otro lado en el saber empírico a través del método dogmatico-inductivo.
El hombre moderno investigó en medio de esta nueva libertad orientado por una nueva figura epistemológica, caracterizado por la relación dinámica entre sujeto y objeto, buscando la verdad más bien en la comunicación relacional de ambos.

Pero así como el hombre antiguo mostraba tendencia de simplificación, de gran porcentaje justificado por sus conocimientos tecnológicos científicos limitados, el hombre moderno cayó con el avance del tiempo (como todos sabemos) en errores peores cuyas consecuencias sentimos hasta el día de hoy. La relación de correspondencia entre sujeto y objeto, entre el ser humano y sus presentaciones posibles del objeto, este enfoque en la racionalidad subjetiva fue reemplazado por la racionalidad instrumental que se estableció por las metas económicas y productivas en el siglo XIX con el avance de la industrialización. Si en la época de la antigüedad el ser humano usó su razón en búsqueda de la verdad, explicando el orden del mundo, el hombre del siglo XIX, de herencia kantiana, la instrumentalizó usándola para alcanzar otros fines (económicos) permitiendo de esta manera el proceso de la independización de la razón del sujeto. Por este carácter instrumentalizado, la razón se desconectó entonces de su subjetividad afectiva, valorativa, social y/o histórica estableciendo una subordinación del sujeto bajo el objeto, o mejor dicho bajo de los fines y metas propuestas.   

Hoy, al inicio del siglo XXI, en herencia de todo el pasado, reconocemos los riesgos de una razón reducida a su única función utilitarista, producto del mayor énfasis en la capacidad del sujeto, es más, reconocemos que ella nos aleja del proyecto de la búsqueda de la verdad en medio de nuestro(s) contexto(s) diversos. Pero eso no evita que siga aplicándose de esta manera y que lo debamos considerar en nuestro análisis, nuestras reflexiones e interpretaciones de los sistemas contemporáneos. Reconocemos que la figura epistemológica de la relación entre sujeto y objeto, producto de la modernidad, se debe desarrollar de manera complementaria, en vínculo con el contexto sociocultural que les rodea. Es aquí donde el ser humano está obligado a aceptar su dependencia del contexto en el cual está enraizado, pero al mismo tiempo asumir, con autonomía,  el reto de organizarse para ello.
Es así, que por la misma naturaleza paradójica del ser humano entre dependencia y autonomía, la vida se ha convertido cada vez más en un contexto de complejidad y de un modus vivendi complejo, que no se puede negar, ni deshacer porque significaría negar el valor único y los atributos únicos de cada miembro de la sociedad, ya sea a nivel micro o marco.

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