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jueves, 5 de mayo de 2011

REFLEXIONES SOBRE LA COMPLEJIDAD - Nº 1

      El adjetivo “complejo” implica la dificultad de describir el objeto que tiene esta característica. La “complejidad” crece según la apertura de un sistema; es por ello que (generalmente) los sistemas socioculturales conllevan por su propia naturaleza una mayor complejidad y no se pueden describir ni predecir con exactitud.

Es bien cierto, además observable, que en nuestro(s) contexto(s) se nos escapa la observación exacta y comprensiva de los fenómenos que nos rodean. Las múltiples existencias de sistemas diversos, más sus interrelaciones caracterizadas por una nueva calidad dinámica y la consecuente influencia recíproca, nos llaman a reconocer nuestras limitaciones como seres humanos. Son aquellas mismas limitaciones que debemos comprender de nuevo, ya no de tendencia negativa como algo que se debe superar, sino más bien se debe entender como una oportunidad de misterio, indefinida, continua, impredecible y eterna llena de sorpresas, de creatividad y de potencial innovador. Estamos condenados  a vivir en la tensión entre dependencia y autonomía, lo que requiere de cada uno, y de la sociedad en su totalidad, es una alta capacidad de análisis, reflexión e interpretación de manera permanente, consciente de su alto grado de dificultad.    
Ello implica un desaprender, un cambio de chip en nuestro disco duro, para estar listos frente a un nuevo proceso de enseñanza y aprendizaje. La dificultad nos hace profesor y alumno a la vez que es el único camino para vivir sin miedo y angustia, más bien en una búsqueda sana, curiosa y respetuosa de la verdad contextual.      

1 comentario:

  1. Las tendencias de la cultura de la “complejidad” tienden o bien a menoscabar la humanidad de la persona o sencillamente lo convierten en un peligroso competidor. Como bien dices, la existencia de sistemas diversos, sus nuevos modelos de interrelación y la búsqueda de estereotipos son los responsables de la implosión y su consecuente resultado sobre el núcleo de la dignidad y el amor propio. Pero este tipo de sistemas no son más que eso, es decir, sistemas que, si bien siempre existieron y se sujetan y alimentan fuertemente del desgraciado, no son otra cosa que parte de las variantes alrededor del hombre. Siendo así, la cultura del complejo no tendrá jamás la última palabra. Es el hombre quien debe de reconsiderar sus potenciales, pues aquellos que podrían parecerle irrisorios, vanos, incompetentes, faltos de juicio y ciencia, podrían tener una corona admirable. Nos toca a nosotros el ser colaboradores de la diseminación de la cultura del complejo y su sugestiva forma de existencia o hacer uso del don de la reflexión y sus muchas posibilidades de cohabitar y explayo libre en los sistemas. Charles Pecharovich

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